La Academia Náutica de 1657: Un lejano Atisbo de Formación Marinera

Había transcurrido un poco más de tres décadas desde la creación del Virreinato peruano, cuando en 1573, gobernando el Virrey don Francisco de Toledo, fundo el “Hospital de Mareantes”; a fin de curar “marineros y gente de la mar”, convirtiéndose así en el primero en su género en todo el Nuevo Mundo. Ubicado en la calle que después se llama del Espíritu Santo (entre el rio y la parroquia de San Sebastián).

Pasado un buen tiempo, el 8 de Febrero de 1655 arribó al Callao el Virrey don Luis Enríquez de Guzman, conde de Alba de Aliste, quien cerciorado de que no había ningún instituto para formar a los pilotos; quienes contaban solo con práctica adquirida por su navegación a lo largo del litoral peruano, pero sin preparación profesional alguna, decidió crear en 1657 una academia en la que, se formaría a dichos pilotos con una catedra de matemáticas, astronomía y ciencias auxiliares indispensables para el gobierno de una nave.

Pretendiéndose así, aminorar el alto índice de accidentes marítimos que se venían produciendo dentro del tráfico de las naves mercantes.

Esta especie de Academia Náutica fue establecida inicialmente en 1657 en el Hospital del Espíritu Santo bajo la atinada dirección del Cosmógrafo Mavor del Virreinato, Capitán don Francisco Ruiz Lozano, natural de Oruro.

La elección del local respondía a la estrecha relación entre la enseñanza que se impartiría a los futuros pilotos y la naturaleza de aquella entidad en la que se atendían en general los mareantes (típicos hombres de mar).

En una palabra, con una sola medida se lograban dos propósitos. Con esta decisión de trascendencia mayor, el Virrey emprendió la tecnificación de nuestros marinos coloniales dejando de lado el empirismo de antiguo arraigado.

El Capitán Francisco Ruiz Lozano, como director de la Academia y como su único profesor al mismo tiempo, tuvo un desempeño siempre encomiable y digno de aprecio por parte de la autoridad virreinal, manteniéndose al frente de la institución por un lapso de cuatro lustros. Murió en 1677 a la edad de 70 años.

A su fallecimiento, asumió la dirección y la enseñanza el presbítero belga Juan Ramón Kóening, matemático y cosmógrafo de gran valía, quien había venido también de México (igual que su antecesor) junto con el Virrey Conde de Alba de Aliste. Por más de tres décadas, Köening desempeño dichos cargos contribuyendo con su esfuerzo y dedicación a la formación científica de varias generaciones de marinos. Su muerte ocurrió el 19 de Julio de 1709. A raíz de su deceso, se clausuró la Academia; abriéndose así un largo paréntesis en su ya fructífera vida institucional.

En efecto, con fecha 1º de noviembre de 1791 se expidió una Real Orden creando una escuela de pilotos que. a la postre, fue llamada “Academia Real de Náutica de Lima”; o simplemente “Academia Náutica de Lima”. Respecto a la fundada por el Conde de Alba de Alisto, la de ahora venía a establecerse en forma más eficaz y legal. Con este valioso antecedente, el Virrey don francisco Gil de Taboada (uno de los pocos con claros conceptos de poder naval) organizó oficialmente su funcionamiento, empezando sus labores académicas el 1 ° de febrero de 1794, con gran concurrencia de personas descosas de instruirse. El objetivo era muy claro; se trataba de preparar alumnos para convertirlos en pilotines, y, adicionalmente, graduar pilotos con el suficiente bagaje profesional para garantizar sus futuros desempeños en los buques que los requiriesen.

Con esta óptica muy clara, el Virrey encomendó la Dirección de la Academia nada menos que al prestigioso Capitán de fragata y del puerto del Callao don Agustín Mendoza y Arguedas, natural do Moquegua; como colaborador inmediato, fue designado el también no menos célebre Segundo Piloto de la Armada, don Andrés Baleato, autor de un minucioso plano del Perú elaborado en 1792. Ambos, lograron que rápidamente la Academia adquiriese una merecida reputación dentro y fuera del país. La plana docente se completaba con el Teniente de fragata don José Moraleda y Montero (más tarde Director) y con don Pedro Alvarez. Desde su inicio, funcionó en el mismo edificio del Palacio de Gobierno, dotándosele de una excelente biblioteca más conocida con el nombre de “Depósito Hidrográfico”. Cabe señalar (y esta es la razón del carácter de la biblioteca) que el propio Virrey Taboada y Lemus había dispuesto que en la Academia se efectuaran trabajos de hidrografía, navegación, cartas náuticas y confección de derroteros ilustrativos para su venta; beneficiándose así el conocimiento de nuestras costas. Los capitanes y pilotos estaban obligados a reportar los errores que notasen en las cartas y a denunciar los bajos y sondas que descubriesen, con el fin de rectificar y mejorar dichas cartas y derroteros.

Entre las asignaturas que se dictaban, figuraban las siguientes: Aritmética, Geometría elemental y práctica. Trigonometría plana y esférica. Geografía, Astronomía, Cosmografía, Construcción y uso de instrumentos geodésicos. Dibujo aplicado a los planos. Uso de los globos y Navegación de estima y astronómica “comprendiendo los cálculos de la latitud por altura fuera del meridiano y los de longitud por distancias”.

A principios del siglo XIX, la Academia contaba con 9 primeros pilotos matriculados para servir en la marina mercante, 40 segundos pilotos, 5 pilotines y 9 alumnos. Como Primer Maestro (cargo en el que recaía todo el peso de la enseñanza) desempeñábase el mencionado Andrés Baleato; función que cumplió a cabalidad durante 23 largos años. KI local había merecido del Virrey don Ambrosio de O’Higgins, Marqués de Osorno, diversos mejoramientos y ampliaciones; conducta que más tarde repetiría el Virrey don Fernando de Abascal. Después de Mendoza, fueron Directores los citados Moraleda, Baleato y más tarde don Eduardo Carrasco, que había sido su Segundo Maestro (24 de enero de 1806) y fue más adelante Contralmirante de la República.

A lo largo de sus veintisiete años de funcionamiento, la Academia había contribuido al engrandecimiento del país De sus aulas salieron hombres de gran figuración en los años siguientes.

Historia y Arqueología Marítima – HISTAMAR